viernes, 28 de septiembre de 2007

FUI AL CASINO O EL EXPRESO DE ORIENTE (PARTE III)

More B. dijo:
Tomamos el taxi y esto fue lo que el taxista nos contó:
Una señora de unos 50 años, se montó en el taxi. Temblaba, sudaba, miraba alrededor… los ojos desorbitados y brillosos. El conductor la veía por el retrovisor, curioso y luego alarmado. La señora tenía los labios ligeramente blanquecinos y secos. Señora hacia dónde vamos? Le preguntó. Lléveme a La Castellana, pero métase primero por la Baralt que necesito pensar. Le pagaré la carrera. La voz y ella, cuenta el señor, temblaban.
El conductor ya alarmado le preguntó a la señora qué le pasaba. Y le contó que su marido y ella tenían un negocito, una pequeña fábrica de confección de uniformes. El esposo, ese día, le dio un cheque para que lo depositara en la cuenta que distribuía los pagos del personal y otros pagos importantes. El cheque era por la suma de 8,5 millones de bolívares. La señora lo cambió y se fue al casino. Sí, al casino. Señora y usted se jugó todo ese dinero???!!! Ella estaba bañada en lágrimas y descompuesta. Había llegado al casino a las 2 de la tarde, había apagado el celular y se puso a jugar. Se puso a jugar y a perder, jugó hasta que ya no era posible perder más. Ya eran las 5 de la mañana. Y ella era un coleto, un indigente, un urinario de carretera, alguien para quien en definitiva la idea del suicidio es un gesto en defensa propia. Yo estaba literalmente boquiabierta oyendo la historia. Aun más: estaba espantada!
Y qué piensa hacer, señora? Qué va a hacer? La señora tenía en su mano un dinero y respondió: No sé, no sé. Pero jamás volveré. Guardé este dinero y el dinero para el taxi. Con estos 100 mil bolívares voy a pagarle a alguien para que me caiga a coñazos. Así mismo le dijo al taxista, ni una letra más ni una letra menos, tal cual. Prosiguió: Por estúpida, por imbécil… y para poder decirle a mi esposo que me robaron!!!

No hablé más, no le pregunté más al chofer. Guardé silencio hasta que llegué a mi casa. Hace un par de meses de eso y todavía no sé traducir mis emociones. Hace años vi una película que se llama “Frances”, con Jessica Lange, la biografía de una actriz llamada Frances Farme y antes de eso vi “El expreso de Oriente”. Esa mañana, cuando me bajé del taxi, tenía la misma sensación que tuve cuando salí de la sala de cine en ambas ocasiones. En mi cabeza estallaban estas palabras: las miserias humanas. Las miserias humanas. Pero no sé qué más decir. No sé.

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